Estoy roto,

Pero soy perfecto,

Aprendí a amarme a mí mismo,

Forjado en las alegrías,

Templado en las desdichas.


Contemplo y escucho,

Mi respiración,

Mis latidos,

Mi vida.


Cada precioso instante de mis segundos,

Con el que la soledad me abraza,

Cada hermosura de la eternidad de mis minutos,

Con el que el pensamiento me amordaza.


Contemplo y siento,

Cómo el dolor se diluye,

Se siente,

Se aprende,

Me hago fuerte,

Me amo.


 En mi poema, quiero transmitir la idea de que, a pesar de las dificultades y las heridas que la vida puede infligirnos, seguimos siendo perfectos en nuestra propia imperfección. Somos como piezas rotas que, con el tiempo, aprenden a amarse a sí mismas. A través de la contemplación y la escucha, podemos encontrar belleza incluso en los momentos solitarios y dolorosos. Quiero transmitir la idea de que cada segundo, cada minuto de nuestra vida, es valioso, y que el dolor se diluye con el tiempo, dejando espacio para el crecimiento y el amor propio. Este poema es un recordatorio de que somos fuertes y que podemos superar cualquier obstáculo en la vida.